No hace mucho hice una pequeña reforma en mi casa. Buscamos un albañil a través de unos amigos. Mi sorpresa es que cuando se presentó en casa, no venía solo, sino con
su ayudante. Ella era una mujer. Era la primera vez que conocía a una mujer albañil. No lo era por vocación, sino por necesidad. La maldita crisis.
su ayudante. Ella era una mujer. Era la primera vez que conocía a una mujer albañil. No lo era por vocación, sino por necesidad. La maldita crisis.
Investigando sobre el tema, he encontrado mucha información. Según un
estudio de 2007, más de 127.000 mujeres se dedicaban en España a la construcción, muchas a pie de obra.
Me parece muy interesante un artículo de El País del que destaco el siguiente fragmento:
Antes de la crisis, había mujeres albañiles, electricistas o gruistas. Pocas, pero había”, apunta Dolores Guerrero, administrativa en Grupo Ortiz. “Ahora el porcentaje de mujeres a pie de obra es casi anecdótico”. Rodríguez solo ha coincidido con otra mujer en sus 17 años de profesión, “una oficiala electricista”. Los últimos datos publicados, del tercer trimestre de este año, reflejan una caída hasta las 14.633 trabajadoras en Madrid. “La mayoría son técnicos, ingenieras y administrativas”, informa Blasco.
“Antes te miraban como si fueras un pájaro exótico, pero ya no es extraño ver a una jefa de obra”, señala Rodríguez. El camino no ha sido fácil. Han tenido que luchar contra prejuicios propios y ajenos. “La primera vez que entré en una obra, los albañiles se pusieron a silbarme desde andamios y ventanas”, cuenta Blasco, de 34 años y con más de una década de experiencia como técnico de prevención de riesgos. “Era complicado hacer valer mi criterio. Fuera de la obra, caía bien, pero en cuanto les decía que se pusieran los guantes o que no quitasen la barandilla, me respondían cosas como ‘tú a mí no me vas a enseñar’, ‘una mujer no me va a decir cómo hacer mi trabajo’ o ‘seguro que no sabes ni ponerte el casco”.
La película Los Fenómenos de Alfonso Zarauza trata de una mujer que se ve obligada a trabajar en este sector.
Antes de la crisis, había mujeres albañiles, electricistas o gruistas. Pocas, pero había”, apunta Dolores Guerrero, administrativa en Grupo Ortiz. “Ahora el porcentaje de mujeres a pie de obra es casi anecdótico”. Rodríguez solo ha coincidido con otra mujer en sus 17 años de profesión, “una oficiala electricista”. Los últimos datos publicados, del tercer trimestre de este año, reflejan una caída hasta las 14.633 trabajadoras en Madrid. “La mayoría son técnicos, ingenieras y administrativas”, informa Blasco.
“Antes te miraban como si fueras un pájaro exótico, pero ya no es extraño ver a una jefa de obra”, señala Rodríguez. El camino no ha sido fácil. Han tenido que luchar contra prejuicios propios y ajenos. “La primera vez que entré en una obra, los albañiles se pusieron a silbarme desde andamios y ventanas”, cuenta Blasco, de 34 años y con más de una década de experiencia como técnico de prevención de riesgos. “Era complicado hacer valer mi criterio. Fuera de la obra, caía bien, pero en cuanto les decía que se pusieran los guantes o que no quitasen la barandilla, me respondían cosas como ‘tú a mí no me vas a enseñar’, ‘una mujer no me va a decir cómo hacer mi trabajo’ o ‘seguro que no sabes ni ponerte el casco”.
La película Los Fenómenos de Alfonso Zarauza trata de una mujer que se ve obligada a trabajar en este sector.


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